La violencia medieval. Entre la realidad y el tópico.

Sin duda, el estudio de la violencia medieval está de moda en la actualidad, como puede comprobarse por la enorme producción que se engloba en diversas actas de congresos celebrados a partir de los años noventa y en algunas monografías que, lejos de constituir una novedad, vienen a mantener vivo un campo de investigación que se ha mostrado muy fértil en las décadas anteriores .
Es cierto que la violencia medieval atrae la atención del historiador, y tal vez se ha hecho tanto hincapié en el tema por parte de especialistas, literatos y cineastas, se ha destacado tanto la violencia como fenómeno estructural del medievo y se ha inundado al público en general con imágenes, reales o ficticias, que muestran un medievo bañado en sangre, que no es de extrañar que un estudiante adolescente en un trabajo sobre la sociedad medieval llegue a decir: “La gente medieval era violenta. Asesinar durante este periodo no era nada, todo el mundo mataba a alguien” . ¿Es ésa una imagen correcta de la sociedad medieval? Seguramente no, pero no podemos negar que es compartida por la inmensa mayoría de la gente de a pie que alberga una noción vaga de la Edad Media y que, sin tener muy claro probablemente qué siglos abarca, sí tiene en mente que fue una época de violencia y guerra permanentes, de hombres rudos y sucios, de mujeres violadas por doquier, de campesinos supersticiosos y de señores desalmados.
Según algunos autores, “la violencia formaba parte del modo de vida de fines de la Edad Media y las personas no derramaban fácilmente lágrimas ante ella” , la sociedad era violenta y el recurso a las armas muy fácil , todo el mundo podía esperar contemplar o sufrir la violencia alguna vez en su vida y el aire, en fin, estaba saturado de una violencia que se extendía, como una forma de contaminación, a todos los gestos de la vida social . Teniendo en cuenta que las fuentes que manejan los historiadores que se ocupan de la violencia nos informan específicamente sobre los hechos delictivos, y de un modo particularmente tendencioso sobre el homicidio, es lógico que pueda llegar a pensarse que la violencia imperaba en todos los niveles de las relaciones sociales, porque aparecen ejemplos de la misma en el marco de la familia, del trabajo, del ocio, de la justicia, de las luchas por el poder, etc. Pero quedarse con esa imagen tan impactante resulta, a mi entender, empobrecedor y reduccionista, porque no se tiene en cuenta que los episodios de violencia, si bien aparecen en todos los ámbitos de la sociabilidad, no agotan en su totalidad el amplio espectro de los mismos. Por poner un ejemplo claro, el hecho de que haya constancia de bastantes homicidios acaecidos en el marco familiar no quiere decir que todas las familias medievales se relacionaran en todo momento dentro de unos cauces violentos .
La pretensión de algunos historiadores de analizar la evolución a largo plazo de la violencia, es decir, de comparar en este sentido la Edad Media con la Edad Moderna y con nuestros días, para llegar a dilucidar qué tiempos y por qué razones se pueden considerar más violentos, ha constituido un campo de debate encarnizado, sobre todo en los medios historiográficos anglosajones . A veces se llega a tener la impresión de que se compite por adjudicar el premio a la violencia a una época u otra, que se interpretan y comparan sesgadamente fuentes tipológicamente distintas y que todo vale de cara a culpabilizar, en cierto sentido, las posturas que cada uno considera contrarias a la suya en cuanto al modo de entender el progreso y, sobre todo, el estado de nuestro tiempo.
Aquellos que apuestan por una evolución positiva, que habría conseguido reducir de un modo progresivo el peso de la violencia en las relaciones sociales , cargan las tintas sobre la violencia medieval , la destacan en todas sus facetas, buscan tasas de homicidios por habitante que demuestren la prevalencia de este delito en la época medieval y su paulatino descenso con el paso del tiempo y, en fin, concluyen que, para bien de todos, hoy podemos congratularnos de vivir en una sociedad menos violenta que la del pasado .
Por su parte, los que prefieren ver el lado oscuro del progreso tienen muchos argumentos para demostrar que la violencia contemporánea supera en mucho los niveles que podían alcanzarse en el pasado , ya que vivimos en un tiempo en el que un gesto tan simple como mover un dedo y apretar un botón puede cobrarse innumerables víctimas, y de hecho el siglo XX ha contemplado más de un ejemplo . Por otro lado, en las relaciones sociales a menor escala vemos ejemplos cotidianos puntuales que reflejan comportamientos muy similares a los que ofrecen los documentos medievales: asesinatos pasionales, riñas callejeras que acaban con muertes, grupos violentos organizados, malos tratos en el marco de la familia, violencia juvenil e infantil en las escuelas, etc. ¿Se podrían cuantificar éstos y otros comportamientos y comparar las cifras actuales con las de la Edad Media? Igualmente, en cuanto al descenso de las tasas de homicidio se podría argumentar que éste se debe en mucho a la mejora paulatina de la medicina, y no tanto a una disminución de los comportamientos violentos, porque ¿cuántos de los homicidios medievales habrían sido simples casos de heridas de haber contado las víctimas con la atención médica de nuestros días?
En cuanto a la comparación del grado de violencia que soportaba la sociedad de fines de la Edad Media y el que se da en nuestros días, no creo que la cuantificación de algunos comportamientos como el homicidio sea una clave acertada. Pienso que el sentido común, el cerebro y el corazón, pueden decirnos más que los dígitos de una calculadora, y que cualquiera que contemple a diario la televisión y lea la prensa debería tener claro que, independientemente de la tasa de homicidios por habitantes, vivimos en un tiempo violento, no sé si más o menos que el pasado, pero muy violento. Si GIVEN consideraba violenta la sociedad del siglo XIII porque todos podían esperar sufrir o contemplar alguna vez en su vida los efectos de la violencia, no sé que diría hoy si tenemos en cuenta que los medios audiovisuales nos permiten contemplar alguna vez al día los efectos más crueles de la violencia procedentes de cualquier rincón del mundo.
La violencia, se ha dicho, estaba tan integrada en la mentalidad medieval que se convertía fácilmente en un espectáculo gozoso, como demuestra la teatralidad, publicidad y asistencia masiva al espectáculo de las ejecuciones . Esta realidad, mantenida durante todo el Antiguo Régimen , se fue desintegrando poco a poco (en el mundo occidental) y el castigo dejó de ser teatro cuando se fue imponiendo como norma y ley la mentalidad ilustrada y educadora que alimentaba a los aristócratas del pensamiento. Las ejecuciones públicas se suprimieron y pasaron a considerarse ejemplos de la barbarie del pasado , pero, ¿coincide la evolución de la ley con la evolución del gusto de las masas?
BALESTRACCI ofrece una amarga reflexión sobre el tema cuando apunta que en la actualidad el concepto de vida-espectáculo total pretende volver a conferir a la violencia punitiva su máxima visibilidad a través de los medios de comunicación , y seguramente piensa, como yo, que si alguna de las cadenas de televisión norteamericanas -que lo han intentado en ocasiones- hubiera obtenido permiso para retransmitir una ejecución en la silla eléctrica es probable que los índices de audiencia hubieran sido masivos. Esperemos no poder confirmarlo nunca.
En fin, cuando se reflexiona un poco sobre el tema de la violencia, cuando se tienen en cuenta factores de nuestro tiempo que no son fácilmente mensurables y cuando somos capaces de mirar el presente con la suficiente autocrítica, resulta difícil considerar el medievo un tiempo violento que hemos conseguido superar, sobre todo si abandonamos por un momento el punto de vista etnocéntrico que impera en muchos historiadores y pensamos que, en el mundo de nuestros días, algunos fenómenos que se consideran típicamente medievales están presentes en la vida cotidiana de una gran parte de la población mundial .
¿Quiere esto decir que hay que mirar al medievo con nostalgia? Por supuesto que no, sería incurrir en un error idéntico al que hemos criticado considerar que los hombres y mujeres de fines de la Edad Media estaban menos sometidos a la violencia que nosotros porque carecían de medios audiovisuales o de potentes máquinas de destrucción . Simplemente hay que tratar de situar una realidad como la violencia dentro de un contexto adecuado, no intentar comparar distintas magnitudes y pensar que la Edad Media contempló el grado de violencia que las estructuras políticas, sociales y económicas permitían o fomentaban , y que en nuestro tiempo sucede exactamente igual. La diferencia es que no podemos hacer nada por cambiar la realidad medieval, mientras que es tarea de todos, y el historiador no debe atrincherarse en su guerra particular, intentar cambiar la realidad de nuestros días.

Publicado en: J.M. Mendoza Garrido, Delincuencia y represión en la Castilla bajomedieval, pp. 139-144. Granada, 1999. El texto ha sido desprovisto de las notas a pie de página.

Acerca de juanmimen

Profesor de Geografía e Historia de Enseñanza Secundaria. IES Emilio Muñoz de Cogollos Vega (Granada). Granadino.

Publicado el diciembre 4, 2006 en Violencia. Añade a favoritos el enlace permanente. Deja un comentario.

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